Igualdad para pocos

Escribe desde Argentina: Ricardo Gómez

El 16 de julio del año 2010 subí a este mismo blog un artículo al cual titulé “Yo, el retrógrado”, y versaba sobre la noticia de la flamante ley a la que dieron por nombre “Matrimonio igualitario” Por entonces hice una seria crítica a las formas en las que se presentó la discusión, y sobre todo, a la carencia absoluta de un debate profundo sobre el asunto de marras. Aseguraba en dicho artículo que de seguro las minorías irían rápidamente por más y más derechos, ya que se ve hoy día un terreno más que fértil para conseguir esas leyes que durmieron en oscuros cajones por décadas. A pesar de criticar las formas, en mi caso y en el de muchos, avalamos en principio que todo ciudadano tenga derechos y sea contemplado como un igual por otros ciudadanos ante la ley. El problema es que, me temo, esa igualdad no pareciera ser aplicable en todos los casos.

En estos días se acaba de sancionar la ley de identidad de género, que busca devolver derechos a grupos como la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FLGBT) y los “Putos Peronistas”, entre otros, quienes anoche montaron sus carpas, repartieron volantes, colgaron sus banderas y hasta organizaron una radio abierta frente al Congreso. La norma (aprobada con 55 votos a favor, una abstención y ninguno en contra), permite reconocer la “identidad de género, tal como cada persona la siente” más allá del “sexo asignado al momento del nacimiento”. También habilita a pedir la rectificación registral del sexo y el cambio de prenombre e imagen “cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida, sin necesidad de ningún trámite judicial o administrativo”.

Ahora bien, todos estos grupos tienen una metodología particular para realizar sus reuniones. Hemos visto con oportunidad de las marchas del “orgullo gay” esa forma tan peculiar de vestirse y de mostrar hacia fuera algo que, en principio, debiera quedar en la intimidad, como es la tendencia sexual de cada uno. Vaya paradoja, pues se aferran de las libertades individuales previstas en toda Constitución que se precie, en tanto esas libertades sean ejercidas en la intimidad, pero nos refriegan por la cara sus costumbres sin que podamos ni siquiera chistar. Como dije, toda recuperación de derechos es loable. Toda comunidad, por pequeña que sea, debe ser respetada. Por tal razón, cuando escribí aquél artículo, decía que era de esperar que esta búsqueda irrestricta de derechos no sea una lisa y llana vendetta contra las religiones (en particular la católica) disfrazada de reivindicaciones. Bueno, pues, me equivoqué.

No tengo dudas, ahora, de que la búsqueda de derechos por parte de nuestros Legisladores y Diputados esconde un revanchismo hacia las Iglesias. Ante todo aclaro que no soy católico, y que he criticado aquí mismo en más de una ocasión a los líderes de la grey católica cuando realizaron ataques inescrupulosos a las Instituciones. Lo cierto es que las cosas no se pueden ocultar por mucho tiempo, y hay una noticia, la cual pasó prácticamente desapercibida, que muestra cuál es la verdadera intención detrás de estas presuntas reivindicaciones. La noticia, publicada el 8 de marzo del corriente, es la siguiente:

Prohíben símbolos religiosos en escuelas públicas bonaerenses

Por una disposición del nuevo Reglamento General de Instituciones Educativas de la Provincia de Buenos Aires firmada por el Gobernador Scioli, quedó prohibido en el territorio bonaerense la exhibición de símbolos religiosos en las escuelas públicas. El documento fue aprobado en noviembre de 2011 pero será puesto en marcha con el inicio de clases. La determinación incluye el retiro de crucifijos e imágenes religiosas de los establecimientos educativos.

Desde este año, no podrá haber crucifijos ni imágenes religiosas en las escuelas públicas

Como verá, querido lector, el asunto se va delineando sutilmente hacia los parámetros en los cuales algunos tendrán más derechos que otros. Los homosexuales ostentarán sus derechos abiertamente, de igual manera que los transexuales y demás yerbas. Los que fuman siguen tirándonos el humo en la cara sin que podamos quejarnos, ya que eso “los agravia en su identidad”. Todo será permitido, todo será avalado, pero mucho cuidado con mostrar símbolos de fe, ojito con hacer pública su confesión religiosa, ya que eso representa una tendencia abominable y atenta contra la privacidad de los demás. Obviamente no prohibirán la religión en sí misma, sino que de a poco la irán arrastrando hacia dentro de las casas, de donde nunca debería haber salido.

Sin dudas todos los cristianos estamos pagando la deuda que las religiones dominantes han ido sembrando a lo largo de la historia. Paradójicamente, los que otrora fueron relegados hoy terminarán teniendo más derechos y más visibilidad que nosotros. De nada sirve quejarse, ya que todo lo que se da vuelve. Hay que reconocer que las minorías sexuales han sido poco menos que aniquiladas en otras épocas, y ese escupitajo tirado hacia el cielo hoy nos está cayendo en la cara.

Una sociedad tiene idas y vueltas. Los que hoy tienen el poder quizás mañana no lo tengan, ya que todo es pasajero en esta vida. Lo único que perdurará son aquellas cosas que se edifiquen sobre valores universales. Y para ello la motivación con la que se cimientan esos valores es muy importante. Si la motivación para devolver estos derechos perdidos no está centralizada en valores absolutos, más tarde o más temprano todo esto se nos volverá en contra. Si, por el contrario, hay una buena motivación, deberé comerme mis palabras. Hoy todo indica que van por el camino equivocado, al menos en este asunto.

Ricardo Gómez ricardomardel@yahoo.com.ar

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Autor: Ricardo Gomez

Traductor y corrector de las Sagradas Escrituras: Cham Bumo Gyeong, Cheon Seong Gyeong y Pyeong Hwa Gyeong. Traductor de la Antología de la Madre Verdadera; corrector de las Memorias de Hak Ja Han; corrector del libro El Ciudadano Global Amante de la Paz; Traductor y corrector junto a Yamila Gómez de la Constitución del CIG, entre otros muchos trabajos.

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